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sábado, 18 de junio de 2011

¿Unión Europea?

Hace ya tiempo que me muevo en una montaña rusa y subo y bajo y como siempre, lo hago desde la ingenuidad.

Hoy toca bajar y en al caída me topo con el pacto del euro y con Zapatero defendiendo "los cambios necesarios". Sinceramente, ya no sé quién tiene razón o si hay razones, qué prima ahora o si realmente hay que ceder hoy para recuperar mañana.

Hace doce días recordaba el momento en el que desde el sofá de casa asistí excitado a la representación de la entrada de España en Europa, a esa Unión Europea que anulaba fronteras y que creía en el principio de solidaridad entre miembros. Hoy, veintiséis años después, veo como una de las pocas decisiones comunes que se han tomado en todos estos años en Europa, pisotea ese principio de solidaridad.

Hace seis años que perdimos una gran oportunidad para seguir avanzando en esa Europa deseada al negarnos el derecho de tener una Constitución Europea que quién sabe si hoy, sería un buen freno para esa propuesta de recortes sociales y del sector público, impulsada por sus miembros más poderosos y por un sistema financiero descontrolado que obliga a desproteger social y políticamente a los países miembros más débiles, negándoles cualquier margen de decisión y anulándolos como estado.

El panorama es oscuro y por eso mañana 19-J, iré a manifestarme, pero no para parar lo imparable, lo haré para recordar que una Europa socialdemócrata sí es posible y que la única manera de volver a ella es con la movilización social, la memoria y sobre todo con las urnas.

viernes, 17 de junio de 2011

¿2+2=4?

Pulsa dentro de la cuadrícula y ya verás



Partiendo de esta afirmación hecha dentro de un grupo heterogéneo:

No todos los indignados son violentos

También puede decirse esto:

No todas las críticas son reaccionarias, ni todos los ofrecimientos oportunistas, ni todas las políticas iguales, ni todas las coincidencias universales, ni mi indignación es igual que la de Artur Mas.

Por lo tanto:

¿2+2=4?, pues depende de lo que sumes:

a) Dos indignados y dos indignados
b) Dos indignados y dos violentos
c) Dos neoliberales y dos indignados
d) Dos socialdemócratas y dos neoliberales
e) ...

En grupo heterogéneo sí que son cuatro individuos, pero, ¿no hay matices?

Nota:

Recuerda que sumar peras y manzanas no vale.

jueves, 16 de junio de 2011

¿Y si?

Ya no sé qué pensar, qué decir o hacia dónde mirar…
¿Y si todo lo que creí es falso?
¿Y si estoy equivocado?

miércoles, 15 de junio de 2011

Decidir no es fácil

Porque la vida es una sucesión de fechas y decisiones y después de cuarenta y un años y otra derrota más, decidimos afiliarnos… Sí, en plural, porque después de tanto tiempo se hace complicado tomar decisiones sólo.

Mañana hará una semana desde nuestra primera asamblea en el PSM. Sentados en aquella vieja sala que arrinconaba un yunque desproporcionado de cartón piedra, nos encontramos con “la base”: indignados, cabreados, pacientes, críticos, llorosos, abnegados, respetuosos, fieles, cansados, discrepantes, democráticos…

Pensé: "Ojalá que a la siguiente asamblea viniese alguien ajeno al partido para que viese las tripas y las vísceras de aquellos que son capaces de convertir “la política” en algo más que palabras huecas en bocas oportunistas."

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Llevaba desde el jueves pasado dándole vueltas a esta entrada y he creído que hoy, mientras buscaba respuestas a por qué se han vuelto a cruzar líneas que poco o nada tienen que ver con la indignación y mucho con la intolerancia, era el momento de ponerles cara a aquellos que desde sus miserias, sus alegrías y sus convicciones, también hacen política. Porque yo también soy un indignado y por eso mantengo intacto mi derecho a la queja, a la defensa de mis derechos, a manifestar mis opiniones y a exigir honestidad, responsabilidad y coherencia a aquellos que han sido elegidos en las urnas. Porque creo que todavía sé encontrar las diferencias entre democracia, oportunismo, populismo y llamémoslo por su nombre: fascismo.

Porque la indiferencia, el desprecio a las instituciones, la exclusión y el silencio también cuentan en las urnas, voté y votaré. ¿Lo harás tú?

lunes, 13 de junio de 2011

Si no quieres más, tres platos.

- ¡Vamos hombre!, que estaba acabándome los platos y justo cuando creía que ya estaba, vas tú y apareces con tres más.
- (…)
- ¡Oye, que ya no puedo más!

- (…)

- Lo siento tío, pero me cuesta digerirlo. Es como si me dieses una patada en el estómago. Joder, que ya me repite demasiado tanto plato único y tanto argumento rancio.
- (…)

- Sí, ya, ya, a mí también me pasa que a veces mientras trago, vuelvo a creer en aquello del aliado natural.

- (…)

- ¡Que no hombre, que no! Que aquí ya nos conocemos todos. Que de tanto prosperar nos hemos dejado atrás con la pobreza y la sarna, la igualdad y la solidaridad.

- (…)

- ¿De izquierdas? ¡Vamos, demuéstralo!

- (…)

- Sí, lo que tú quieras, pero ahora el puño pesa demasiado para mantenerlo en alto.

- (…)
- Mira, déjalo y que cada palo aguante su vela.

- (…)

- Sí, sí, ya veo. Si aquí nadie es culpable de nada. Ya, ya. Si yo también pasaba por aquí.
- (…)

- Llámame pesado si quieres, pero no pararé de repetirte las veces que hagan falta que ni todo es lo mismo ni nada sigue igual.

- (…)

- En serio, esto ya cansa.

lunes, 6 de junio de 2011

Sigo creyendo


Hace ya unos meses que mi blog dio un giro de estilo, una maniobra de camuflaje o como alguien me dijo: “ahora dices sin decir nada”. Menos mal que todos tenemos un pasado y pude sacar las pruebas.

Lo cierto es que muchas veces empiezo así la entrada pero sin saber muy bien cómo, el relato se convierte en diálogo y este en laberinto. ¿Sabéis esos momentos en los que tú sabes qué quieres decir y los demás no saben de qué estás hablando? Pues eso, ves cómo se chocan contra las paredes de ese laberinto de metacrilato y con la sonrisa puesta preguntas: “¿no sabes de lo que hablo?”.

Pero hoy no, hoy tengo la necesidad de mostrarme.

Desde el día de las elecciones del 22 de mayo, han ido sucediéndose una serie de acontecimientos, acusaciones, rumores y noticias que han ido ensombreciendo el horizonte: la victoria masiva de la derecha, el renacer de esa ultraderecha latente, los anuncios de posibles recortes presupuestarios, las propuestas de pérdida progresiva de derechos fundamentales o el sutil desmantelamiento de todo lo que huela a público. A todo ello hay que añadirle una serie de variables que hacen que la ecuación sea del todo catastrófica; la falta de ideas de parte de una izquierda olvidadiza y aletargada, de una intelectualidad oportunista y acomodada o de una juventud complaciente y con pocas ganas de coger el testigo. No creáis que sólo soy observador, no, yo también me incluyo en alguno de esos grupos. Acusadme si queréis de generalizar, puede que tengáis razón, pero es que como ahora lo que se lleva es la democracia asamblearia me he puesto a contar dedos y brazos caídos.

Todo esto me entristece, me cabrea y me devuelve a la melancolía.

Me recuerdo con seis años jugando con unos niños en un descampado del poblado Roca mientras nuestros padres pedían ayuda para los trabajadores despedidos de la fábrica. Jugando con los juguetes que se habían salvado de la quema de la tienda de mis padres. Las visitas a los compañeros de la fábrica heridos por los grises. La puerta quemada de mi casa. Aquel helicóptero parado frente a mi ventana.

Me veo con ocho años sentado en el sofá de casa ojeando los fascículos de la constitución que ilustró Forges, mirando aquellos artículos que iban a votar mis padres en referéndum. Por cierto, creo que ese año también pasé del colegio de curas al colegio público y dejé de creer en dios.

O aquel día en que apenas faltaban tres semanas para que cumpliese once años en el que se paró de nuevo el mundo. Cuando vino mi padre a buscarnos a mi hermano y a mí mientras buscaba nervioso en un cajón panfletos, cintas, aquella fotografía de Mao o el disco del PSP en el que hablaba Tierno Galván y sonaba La Internacional.

Con doce años descubrí que en el Baix Llobregat existía algo llamado “El cinturón rojo”, aquel que salió en octubre a brindar con cava, con sidra o con lo que fuese porque por fin: ¡España era socialista!

En esos días creía que el mundo era lo más parecido a una perfecta danza de números y operaciones matemáticas. Contaba los pasos a números pares y separaba mi realidad en planos paralelos. Los fines de semana devoraba COSMOS en la televisión y me emocioné el día en el que me compraron el libro.

Puedo verme con quince años, en plena edad del pavo, plantado frente al televisor para ver el momento justo en el que se firmaba el acta de la entrada de España en la Unión Europea, aquel minuto cero que iba a abrirnos el mundo. Todavía está por ahí el marco de aquel lienzo en el cual dibujé con bolígrafo un círculo rodeado de estrellas y una frase entre signos de admiración: ¡YA SOMOS EUROPEOS!

A mis dieciséis llegó el golpe de la OTAN. La primera cucharada de aceite de ricino que tuve que tragar. No lo entendía. Aquello no era de izquierdas.

Por fin, dieciocho años y mis primeras elecciones. Voté PSC para la Generalitat pero ganó CIU. Perdí, cierto, pero ese día supe que yo formaba parte de eso llamado democracia y que ya no había marcha atrás, que el mundo estaba ahí esperándome.

Hoy cuento los días y veo que han pasado veintitrés años desde esos dieciocho. En apenas treinta y tantos años, hemos sido capaces de reinventarlo todo. Hemos ido cogiendo aquello que creímos mejor de cada casa para crear un sistema digno de servicios públicos, sociales, universales y garantistas y hemos ampliado nuestros derechos para por fin convertirnos en auténticos ciudadanos.

Es posible que tengan que revisarse o matizarse términos como derecha e izquierda o liberalismo y socialdemocracia, pero lo que no cambia es que siguen existiendo dos visiones enfrentadas a la hora de ver el mundo: una que apuesta por la individualidad y por lo privado y la otra que cree en la colectividad y en lo público. No nos dejemos engañar porque aunque cambien las caras, los nombres o los colores, el germen sigue siendo el mismo.

Yo sé que se lo debo todo a la democracia y al pensamiento de izquierdas. A la primera por haberme dado la oportunidad de vivir en libertad y darme el poder de elección y participación y al segundo por haberme enseñado que la libertad del otro es mi libertad.

Hoy tengo cuarenta y un años y a pesar de todo sigo pensando lo mismo que pensaba ese veintinueve de mayo de mil novecientos ochenta y ocho: EL FUTURO NOS SIGUE MIRANDO DE FRENTE.

En serio, es sano recuperar la memoria y los orígenes de vez en cuando, es sencillo y funciona tan bien como el reseteo del ordenador.

Por cierto, quedan apenas nueve meses para las elecciones. Yo votaré, ¿lo harás tú?