
No me gusta viajar en tren marcha atrás. No sé si me mareo porque creo que me mareo o porque realmente me mareo.
No me gusta viajar entre dos ventanas. Acabo con dolor de cuello subiendo y bajando la cabeza, mirando hacia arriba y hacia abajo.
No me gusta tener compañía desconocida en el asiento de al lado. No quiero palabras, ni roces, ni oir el sonido de la respiración. Del móvil, ni hablo.
No me gusta estar dentro de las conversaciones de los demás. Sus alegrías, sus penas, sus gritos, sus risas o sus toses.
No me gusta que coman en el tren. El olor, el ruido al masticar, los envases.
No me gusta que me miren. No me gusta que me descubran mirando. Parece que vaya a ser el anticipo de algo.
Aunque realmente lo que no me gusta es que no me guste casi nada.