- ¿Cómo era su cara?... ¡No me acuerdo!
Hace unos meses me olvidé de su cara. Iba en el coche camino a Madrid y fue imposible, nada, que no podía verlo.
Recordé “A tamaño natural” y la excitación y el miedo que me dio cuando la vi en televisión hace mil años, pero nada. Paseé fotograma a fotograma “Vivan los novios” e imaginé mi coche desde el aire como parte de la araña, pero seguía sin acordarme. “Calabuch”… también tenía barba pero no, eso hizo que me despistase más. Me acordé de PCmanía, una revista de informática que solía comprar y que para hablar de los formatos de compresión de video y el “mpg”, regaló en dos cedés “¡Bienvenido, Míster Marshall!”, ¿y?
“El verdugo”, “Plácido”, no hubo manera. Lo peor es que estaba a medio camino, intentando olvidar el olvido sumando matrículas de coches y siguiendo con el rabillo del ojo la ondulada Cuenca.
Por fin llegué, tiré la bolsa, encendí el ordenador y busqué: “Luis García Berlanga”
Y allí estaba.
- Es cierto, ahora me acuerdo… Así era.
Hace unos meses me olvidé de su cara. Iba en el coche camino a Madrid y fue imposible, nada, que no podía verlo.
Recordé “A tamaño natural” y la excitación y el miedo que me dio cuando la vi en televisión hace mil años, pero nada. Paseé fotograma a fotograma “Vivan los novios” e imaginé mi coche desde el aire como parte de la araña, pero seguía sin acordarme. “Calabuch”… también tenía barba pero no, eso hizo que me despistase más. Me acordé de PCmanía, una revista de informática que solía comprar y que para hablar de los formatos de compresión de video y el “mpg”, regaló en dos cedés “¡Bienvenido, Míster Marshall!”, ¿y?
“El verdugo”, “Plácido”, no hubo manera. Lo peor es que estaba a medio camino, intentando olvidar el olvido sumando matrículas de coches y siguiendo con el rabillo del ojo la ondulada Cuenca.
Por fin llegué, tiré la bolsa, encendí el ordenador y busqué: “Luis García Berlanga”
Y allí estaba.
- Es cierto, ahora me acuerdo… Así era.
Que descanse en paz.
ResponderEliminarBesos