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sábado, 27 de noviembre de 2010

Despertándome con Moebius.

Una entrada hace dos años, sesenta y dos este y una más haciendo cola.

He estado pensando en darle la vuelta al blog. No sé si un año es suficiente, puede que sí, bueno, seguro que sí, aunque quizás un año más haga el recorrido más desconcertante. Que resulte familiar pero demasiado lejano como para descubrir la broma.

Quiero subirme a mi cinta de Moebius: Hoy aquí y mañana en las antípodas del mismo plano.

Voy a cortar trozos para montarla.


Escribir siguiendo una curva. Me gusta lo que digo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Cara pixelada

- Bueno, voy a empezar. El día pasa y no escribo nada.

Es un tema del que me…

Es algo de lo que a veces…

Para hablar y no caer en…

No sé si ir a la contra…

Puede que ir a favor de...

- ¡Para, para!, que no sabes qué decir y ya llevas unas líneas.

Año tras año, son varias las veces que aparecen noticias sobre redes de distribución de pornografía infantil: fotos pixeladas, discos duros amontonados, cajas de cedés y algún que otro esposado.

Como cualquier noticia, la televisión, la radio o la prensa, ponen el punto final en la noticia y yo me quedo tranquilo y pienso: “Ya está, mañana saldrá de nuevo el sol.”

- ¡Eh!, pero qué pasa, ¿no te escuchas cuando le dices a tu abuela que no se crea todo lo que sale por la tele?... Bueno, voy a centrarme.

Hoy no, no puedo escribir sin saber muy bien qué decir. Hablar de convivencia, del agua, hasta de mí, eso es fácil, pero de pedofilia… es demasiado oscuro, violento y tenebroso. No, no quiero caer en el insulto o en la compasión, se parecen demasiado a las fotos pixeladas de las que hablaba antes y como las olas, vendrán más y más, sin parar de dejar conchas vacías en la orilla, de abandonar cadáveres.

Todo está en venta. Todo tiene un precio. Y todo, es demasiado amplio.

Hace poco me preguntaba cuánto costaba una hora y hoy me pregunto cuánto cuesta una vida, cuánto cuesta la inocencia de un niño, o lo que es lo mismo: ¿cuánto estarías dispuesto a pagar por una hora?, ¿cuánto pagarías por mi vida?, ¿cuánto estarías dispuesto a pagar por un niño?

El culpable está claro y sabemos quién es: el que aparece esposado junto a la torre de cedés o el vecino que lleva de la mano a su hija al colegio. Pero, ¿qué pasa con el que trafica?, ¿y con el que da la llave de la habitación de hotel?, ¿y con los que ponen los medios para distribuir pornografía infantil?, en definitiva, con aquellos que le ponen el precio a la carne, anónimos, poderosos, oscuros y respetables.

Pero lo más triste del final de esta jornada es que hoy no es más que un día más, otro día en el que aparecen en la televisión imágenes pixeladas, otro día en falso, otra falsa victoria, otro día hipócrita.

20 de noviembre, día internacional del niño. ¡Di no a la pornografía infantil!

martes, 16 de noviembre de 2010

La Gente de González Pons

Hoy he visitado el blog de González Pons, no el antiguo, el de la blogosfera del PP buscando alguna declaración jugosa para alimentar el blog: “Ya lo haremos por ti, Mariano”. ¿Cuál ha sido mi sorpresa?, me he encontrado con una gran entrada y por supuesto un gran título: “El Sáhara no es un desierto, el olvido sí”.

Me habían hablado de ella pero al tenerla delante, no he podido resistirme y he empezado a leerla. Las primeras imágenes son de escándalo y el segundo párrafo brutal y directo al corazón: “Algo así me dijo una adolescente saharaui, mientras lloraba y me apretaba la mano, y me repetía que no quería llorar. Marchábamos juntos en una manifestación para protestar una vez más por la represión que están sufriendo los habitantes de nuestra antigua colonia. Estaba muy nerviosa y hablaba deprisa, pero sus palabras se me enganchaban como anzuelos. "Pareces convencido de hacer lo correcto aunque no hagas lo suficiente, pero un político nunca hace lo correcto si no hace lo suficiente", me espetó. ¿Y si no está en mi mano?, le pregunté. Y otra vez que no lloraba aunque llorase.”

En serio, casi no puedo acabar el relato porque leer con los ojos turbios es complicado.

Automáticamente me ha acordado a un gran capítulo de Los Simpson “Edición aniñada”. En él, Bart y Lisa son los conductores de un noticiero infantil. Mientras Bart hace reportajes de éxito en su sección “La gente de Bart”, Lisa hace bajar la audiencia con sus noticias de verdad. El éxito de Bart se debía a un consejo que le dio el maestro, el periodista de éxito del Canal 6 Kent Brockman: “Para conseguir el éxito hay que contar noticias humanas que vayan al corazón y luego a la mente”.

No sé si González Pons vio este capítulo o esa narrativa pastelera se le ha ocurrido a él solito, pero después de esa entrada quiero ver a esa niñita Saharaui y que abra una sección llamada “La gente de González Pons”

Hay muchas maneras de contar noticias o historias y una de las más eficaces, es buscar la lágrima fácil y el sentimentalismo barato.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cierto, así era.


- ¿Cómo era su cara?... ¡No me acuerdo!

Hace unos meses me olvidé de su cara. Iba en el coche camino a Madrid y fue imposible, nada, que no podía verlo.

Recordé “A tamaño natural” y la excitación y el miedo que me dio cuando la vi en televisión hace mil años, pero nada. Paseé fotograma a fotograma “Vivan los novios” e imaginé mi coche desde el aire como parte de la araña, pero seguía sin acordarme. “Calabuch”… también tenía barba pero no, eso hizo que me despistase más. Me acordé de PCmanía, una revista de informática que solía comprar y que para hablar de los formatos de compresión de video y el “mpg”, regaló en dos cedés “¡Bienvenido, Míster Marshall!”, ¿y?


“El verdugo”, “Plácido”, no hubo manera. Lo peor es que estaba a medio camino, intentando olvidar el olvido sumando matrículas de coches y siguiendo con el rabillo del ojo la ondulada Cuenca.

Por fin llegué, tiré la bolsa, encendí el ordenador y busqué: “Luis García Berlanga”

Y allí estaba.


- Es cierto, ahora me acuerdo… Así era.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ser o poco que añadir 1.0


- ¿Sabes que una vez me creí en la cima pisando un grano de arena?

- Pues yo el otro día llegué yéndome.

- No te lo vas a creer, yo hubo un día en el que me creí cretino.

- Pues fíjate que yo recuerdo uno en el que no acerté.

- Pues yo te veo igual.

- Yo tampoco te veo tan cambiado.

- ¿Será que somos los mismos?

- Pues eso será.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Memoria


Desde que tengo uso de razón me recuerdo tras un mostrador. Primero fue la droguería y luego la frutería: botes de pintura, cola de carpintero, papel elefante, compresas, lejía, juguetes, manzanas, ajos, cebollas y patatas.

Del último kilo de patatas pronto van a pasar once años y ya rozo los cuarenta y uno.

Pintura barata, cola esnifada, pachuli, jabón lagarto, zotal, juguetes fiados y fruta algo picada. Ese era mi barrio, esos eran mis vecinos y mis clientes. Mis amigos y yo paseábamos en bicicleta por calles sin asfaltar, jugábamos a la lima y a las canicas cerca de la apestosa riera y buscábamos lagartijas entre las piedras y la basura. A mi barrio le llamaba “La ponderosa” y a él llegó antes la churrería manchega que el alcantarillado. ¡Cómo me gustaban aquellos churros de domingo! Vivíamos en la periferia del pueblo, entre las viviendas unifamiliares y los campos de algarrobos. Todavía recuerdo ese olor. Lo odiaba.

Durante muchos años no fuimos los elegidos, formábamos parte de aquellos que emigraron de sus pueblos, que abandonaron familia, amigos y sueños, fuimos “los de fuera”, los extraños, la chusma, los apestados que pasaron de vivir en chabolas y húmedos sótanos a vivir en monstruosos polígonos de viviendas de la periferia de cualquier ciudad.

Hoy pienso en esos años, en mi infancia y en el trabajo de mis padres, en las miserias de mi barrio y en la pobreza de aquellos días. Todo eso forma parte de mi historia y de mis recuerdos, pero no hemos conseguido que forme parte del pasado.

Día a día se repite la historia con otros protagonistas, con otros orígenes y con otras miserias. Hoy son otros los de fuera, los extraños, los extranjeros, los inmigrantes, los apestados que vienen buscando una oportunidad, los que molestan.


A mí no me ha ido mal y “La ponderosa” es hoy una parte integrada del pueblo en el que nací. Yo tuve una oportunidad, entonces, ¿por qué no pensar que si funcionó conmigo puede funcionar con ellos?


A veces me asusta lo frágil que puede llegar a ser la memoria.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

¿Cuánto cuesta una hora?


El día ya me abruma y apenas empieza a despuntar. Por cierto, ¿alguien tiene la fórmula de cómo se valora el trabajo propio? Yo no.

- Hola, qué tal.

- Hola, cómo vas.

- Pues nada, que he estado mirando eso.

- ¿Sí? …eh, ... pues dime.

- No, nada, que yo había pensado menos.

- ¿Sí? …eh, … no sé, ... es lo que suelo cobrar.

- No, si ya, pero… ¿qué te parecen cuatro?

- ¿Cuatro?... ya, pero es que son cinco.
- No, si ya, pero para tan poca cosa…

- ¿Poca cosa?... eso es muy relativo... no sé, … puedo repasarlo de nuevo y mañana te llamo y te digo algo.

- Bueno, vale, mañana hablamos.

- Venga, vale, hasta luego.

- Hasta luego.

- (………… ¿Qué ha pasado?)


La idea parece simple:


menos gastos = más beneficios


Es decir, mi beneficio es tú trabajo. Por lo tanto, parece claro, ¿no? Vamos a valorar tú trabajo y así obtendremos más beneficios. La empresa depende de ti, por lo tanto tú debes hacer el esfuerzo, es decir, por tu beneficio debes devaluar tu trabajo.


Sigo abrumado y lo más triste de todo esto es que si yo no sé valorar mi trabajo, nunca sabré valorar el tuyo.