Recuerdo de niño, cuando iba al pueblo en vacaciones, que el paisaje se llenaba de cereales, viñas, almendros y olivos. El amarillo y los marrones rojizos eran los colores de La Mancha en verano, por lo menos de la parte que yo habitaba apenas mes y medio, la provincia de Albacete.
A medida que pasaban los años yo pasaba menos tiempo en el pueblo. Cambiaba mis hábitos, mis gustos, mis amigos y conmigo el paisaje de aquellos primeros recuerdos. Las viñas iban desapareciendo y en los campos donde antes crecía la cebada y el centeno, se hacían sondeos de agua, se construían pozos y se abrían zanjas para montar sistemas de riego con pivotes. El paisaje se llenaba de estructuras metálicas ligeras y cortinas de agua que formaban arco iris.
Pero el cuento no podía durar toda la vida, al igual que los recursos naturales, y la carroza se convirtió en calabaza. Ya en 1990, se publicaron varios estudios que alertaban del peligro de la sobreexplotación de los acuíferos, algunos de los cuales ya estaban casi agotados y otros quedaban condenados a no poder ser recuperados nunca más. Recomiendo la lectura del uno de los muchos estudios que se empezaron a publicar, en concreto el de Tomás Rodríguez Estrella y José Luis Quintana García llamado “La sobreexplotación de las aguas subterráneas en la unidad hidrogeológica de Albacete (Mancha Oriental)”. En él puede verse el impacto provocado por el ser humano en apenas veinte años en ese gran embalse subterráneo.
¿Y cuál es la situación actual? Pues bastante peor. La política agrícola de la zona ha seguido apostando por cultivos de regadío con sistemas totalmente insostenibles. El maíz, la soja, las patatas y las cebollas, se han convertido en explotaciones muy rentables a costa de usar grandes cantidades de agua. Debido a esto, los cultivos tradicionales de secano como el trigo, el centeno o la vid, han quedado como práctica residual o se explotan a gran escala modificando los ciclos naturales o implantando nuevas especies que permitan como mínimo duplicar la producción. Los sondeos que se siguen haciendo son cada vez más complicados ya que deben llegar a profundidades no menores de 200-250 m.
Hoy vivo aquí, en el lugar en el cual pasaba mi apenas mes y medio de vacaciones. Muchas cosas han cambiado: el pueblo es menos pueblo, ya no ando descalzo por los montones de cebada y de centeno, no voy al campo con mi abuelo en el tractor, apenas quedan campos de viña y el campo cada vez está más abandonado, cultivar la tierra no es rentable y en muchos casos porque ya no queda ni una gota de agua.
Los que hoy estamos aquí, estábamos hace unos años, estábamos cuando en los noventa se avisó del peligro de no gestionar de manera adecuada nuestros recursos. Los que hoy estamos, somos los que añoramos el mar de La Mancha mientras regamos a manguerazos nuestras tomateras.
Hoy no es un día especial, pero sí puede valer como excusa para ponerle nombre y pensar un poco en el valor del agua, en el valor de algo que tenemos y que falsamente creemos que nunca perderemos.
Esta entrada forma parte de la iniciativa organizada por Blog Action Day 2010 agua que une el día 15 de octubre de 2010 a diferentes blogs de todo el mundo para que reflexionen sobre el agua.
Y no es un hecho aislado. Son decisiones equivocadas, tomadas con la cartera y no con el sentido común, con graves consecuencias a largo plazo, pero para cuando ya es evidente, el de la cartera, no está, anda en otro lado tomando las mismas o peores y perjudicando a alguna otra comunidad.
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