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viernes, 8 de octubre de 2010

Órganos, átomos, moléculas y convivencia


convivencia.
1.-
f. Acción de convivir.

convivir.

(Del lat. convivĕre).

1.- intr. Vivir en compañía de otro u otros.



Dándole vueltas a la cabeza durante días sobre qué decir de la convivencia, he acabado consultando el diciconario de la Real Academia de la Lengua Española. La sorpresa ha venido cuando he visto todo, o más lo poco que tiene que decirme referente a la convivencia. Al final me he quedado un poco más en blanco, algo más perdido, aunque eso sí, no puedo negar que la definición es directa, concreta y sin margen para el error, la duda o para la interpretación.

Quiero creer que los académicos tuvieron el mismo problema que yo para definir o hilar algo mínimamente coherente que tuviese que ver con la convivencia, vamos, que las pasaron canutas. Me los imagino sentados en una gran mesa, con el gesto fruncido, dudando, mirándose con gesto nervioso unos a otros, sin decir nada, a la espera, como el que mira el plato de los dulces y no se decide a estirar el brazo. Silencio y alguna tos que otra, hasta que uno de ellos se levanta, coge la última magdalena del plato, le quita el papel , le da un bocado y dice: “Vamos a ver: del latín convivere, por tanto, vivir con, es decir, en compañía de, ¿de quién?, de uno, otro u otros. ¿Vale?, ¿estamos de acuerdo? Pues ya está, vámonos a cenar.”

El caso es que antes de la consulta al diccionario, estuve dándole vueltas a dos planteamientos, a dos puntos de partida que no me ayudaron a decir nada nuevo sobre la convivencia.

El primer planteamiento parecía claro y contundente: "El ser humano sin salida, destinado a convivir". La idea partía de la base de que se haga lo que se haga o se actúe como se actúe, no dejamos de ser animales sociables a los que el vacío ahoga y la soledad vuelve locos y que por ello, gracias a la convivencia, pasamos a ser individuos independientes que forman parte de un espacio colectivo en el que podemos reclamar la atención de los demás, recibir servicios, sentirnos observados, ser ayudados y sabernos queridos, todo ello a cambio de más bien poco: compartir mínimamente, echar un vistazo a los demás de vez en cuando, ayudar un poco y mostrar algo de cariño, actuar de manera parecida a como reaccionan los cuerpos según la tercera ley de Newton o de acción-reacción: “Cualquier acción provoca una reacción igual y contraria, es decir, dos acciones iguales y con direcciones opuestas.”

Esta primera idea al final la descarté e intenté darle la vuelta, aunque para ser sincero, la segunda idea en esencia no dejaba de ser calcada a la primera, la única diferencia es que en lugar de bailar con seres humanos me dedicaba a jugar con órganos, átomos y moléculas. Tanto el aire que respiramos como nosotros mismos, somos el resultado de una combinación de piezas, trozos, moléculas y objetos independientes. La tabla periódica de los elementos es similar al póster del cuerpo humano diseccionado que tiene colgado el médico en su consulta. Los órganos numerados sólo nos ayudan a entender su funcionamiento, su comportamiento y su estructura, pero al fin y al cabo por sí solos a lo máximo que pueden aspirar es a acabar en un bote de formol. Cuando hablamos de aire sucede lo mismo, no deja de ser una combinación de elementos: oxígeno, nitrógeno, hidrógeno, ozono, dióxido de carbono, vapor de agua, varios gases más y diferentes tipos de residuos. A su vez el oxígeno en la atmósfera se presenta de varias formas: combinando dos átomos para forma una molécula de O2, con tres átomos que crean el ozono O3, en combinación con una molécula de hidrógeno para crear agua H2O, etc., ¿por qué?, porque por sí solo no es estable, no aguanta la soledad. En definitiva, ¿a dónde quería llegar con este juego algo absurdo, pedante y rebuscado? Pues al mismo lugar que en la primera idea: sólo la convivencia puede hacer posible este invento colectivo llamado sociedad.

Y en este punto me encuentro ahora, en un callejón sin salida, ya que al final, por más vueltas que le doy al tema, el final nunca llega. Uno convive con la familia, a la vez que convive con sus amigos, con el entorno laboral, con el entorno académico, con la comunidad de vecinos, con el barrio, con su ciudad, con…, con… Demasiados espacios de convivencia. ¿Y qué pasa cuando algo de eso se rompe? ¿Qué pasa cuando cambian las reglas?

La estabilidad es frágil y cualquier cambio puede ser nefasto y obligarnos a revisarlo todo, a reinventarnos, a empezar con un trabajo nuevo, con una pareja nueva, en un barrio nuevo, a comprar en tiendas nuevas, etc., todo empieza de cero y hay que volver a reescribir las normas de convivencia, nuestras normas de convivencia.

Todavía humea el discurso de Sarkozy, y el de alguno de mis vecinos, el de parte de mis conocidos, el del cajero del supermercado, el de desconocidos que comparten taburete en la barra del bar o el del camarada de manifestación, sobre la expulsión de Francia de gitanos Rumanos. Al final, con racismo, miedo y asco incluidos, nos quedamos con la misma respuesta: “Es un problema de convivencia”. Resulta que la expulsión ha sido algo tan simple como que la no aceptación de las reglas de juego, supone la expulsión inmediata del infractor, como si se tratase de las instrucciones de un juego. En definitiva, es como jugar a la oca: si caes en la escalera, retrocedes varias casillas.

¿Por qué nos escandalizamos ante la expulsión de seres humanos que no tienen a dónde ir o que han elegido ese lugar para vivir, ante la humillación a la que alguien puede verse sometido, ante la tortura, la perdida de dignidad o la pobreza más absoluta? ¿No será que más que de convivencia de lo que tengamos que hablar sea de respeto?

La convivencia es algo primario, un yo te doy y un tú me das, una relación simbiótica capaz de inventar o crear grupos, tribus, pueblos, ciudades, países, asociaciones, partidos, sectas, etc., comunidades que acaban mirándose con recelo unas a otras, o deseándose lo mejor tal y como cantaba Mel Brooks en un capítulo de los Simpsons:”¡A la mierda, a la mierda, todos menos lo de mi cueva!”.

Lo cierto en esta historia, es que la convivencia por sí sola no aporta ningún valor añadido, es meramente conservacionista, incluso reaccionaria en algunos casos. Por eso hay que dotarla de algo más, de respeto, diplomacia y política, porque sólo así, será posible que aparezca una acepcción nueva en algún diccionario que diga algo parecido a esto:



convivencia.
1.-
f. Acción de convivir.

convivir.
(Del lat. convivĕre).
1.- intr. Vivir en compañía de semejantes en condiciones, derechos y oportunidades.





Esta entrada forma parte de la iniciativa organizada por Artecar24 y Senovilla y que han conseguido reunir el 8 de octubre de 2010 a más de 380 blogs que han reflexionado sobre la convivencia.

6 comentarios:

  1. Pues no está mal la idea original de tu perspectiva: hacerla desde la ciencia. En cuanto a tu exposición, me parece genial tu parte final, sobre todo eso de que es meramente conservacionista, imagino que quieres decir instintiva, animal. Si me permites, de paso te invito a leer mi artículo del día de la convivencia, si te apetece la idea. ¡Un abrazo!

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  2. Lo cierto es que si no se le añade algo de guarnicion a la convivencia, se llena de tópicos y queda algo sosa.
    Gracias Julio por el comentario y por supuesto, voy a leer ahora tu entrada.

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  3. Hola Maxchufa, la verdad concuerdo contigo. Hay tantas cosas que deben cumplirse para poder gritar fuerte que CONVIVIMOS...para poder vivir con otros...así seamos diferentes. El respeto es esencial, y aunque reconozco, como me decía hace poco alguien, que esto es un idealismo; ciertamente, sólo un idealismo así vale la pena. Sólo creer que podemos cambiar y ser mejores es lo que nos permitirá ir más allá de donde nos encontramos...más allá de una naturaleza y unos actos cotidianos que nos hace envidiar a algunos animales que, al fin y al cabo, no van más allá de donde el instinto los arroja. Nosotros con todo el potencial que tenemos aún no hemos elaborado algo digno de presentarle a nuestros hijos en una clase de Historia.

    ¡A trabajar por el Respeto!

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  4. Una gran reflexión llena de ciencia y humanidad, igual ese quinto elemento que une todo en el Universo sea Convivencia y así el equilibrio una vez que conozcamos sus fuerza y valor estará por siempre estabilizado.

    Un abrazo muy agradecido por tan estupendo aporte.

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  5. Genial. Leído detenidamente y disfrutado con la lectura. Quizás haga falta mucho aún para que esa redefinición de la palabra alcance los sillones del RAE, pero sin duda, tus palabras son un granito más en el camino. :)

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  6. Gracias a todos por las entradas y por los comentarios, solo espero y deseo que todo esto no caiga en saco roto, o que acaben acumulando polvo en cualquiera de nuestros estantes o que como dijo Roy en Blade Runner, no se pierdan en el tiempo: “…Todos esos momentos se perderá en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”

    Besos y abrazos.

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