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lunes, 6 de junio de 2011

Sigo creyendo


Hace ya unos meses que mi blog dio un giro de estilo, una maniobra de camuflaje o como alguien me dijo: “ahora dices sin decir nada”. Menos mal que todos tenemos un pasado y pude sacar las pruebas.

Lo cierto es que muchas veces empiezo así la entrada pero sin saber muy bien cómo, el relato se convierte en diálogo y este en laberinto. ¿Sabéis esos momentos en los que tú sabes qué quieres decir y los demás no saben de qué estás hablando? Pues eso, ves cómo se chocan contra las paredes de ese laberinto de metacrilato y con la sonrisa puesta preguntas: “¿no sabes de lo que hablo?”.

Pero hoy no, hoy tengo la necesidad de mostrarme.

Desde el día de las elecciones del 22 de mayo, han ido sucediéndose una serie de acontecimientos, acusaciones, rumores y noticias que han ido ensombreciendo el horizonte: la victoria masiva de la derecha, el renacer de esa ultraderecha latente, los anuncios de posibles recortes presupuestarios, las propuestas de pérdida progresiva de derechos fundamentales o el sutil desmantelamiento de todo lo que huela a público. A todo ello hay que añadirle una serie de variables que hacen que la ecuación sea del todo catastrófica; la falta de ideas de parte de una izquierda olvidadiza y aletargada, de una intelectualidad oportunista y acomodada o de una juventud complaciente y con pocas ganas de coger el testigo. No creáis que sólo soy observador, no, yo también me incluyo en alguno de esos grupos. Acusadme si queréis de generalizar, puede que tengáis razón, pero es que como ahora lo que se lleva es la democracia asamblearia me he puesto a contar dedos y brazos caídos.

Todo esto me entristece, me cabrea y me devuelve a la melancolía.

Me recuerdo con seis años jugando con unos niños en un descampado del poblado Roca mientras nuestros padres pedían ayuda para los trabajadores despedidos de la fábrica. Jugando con los juguetes que se habían salvado de la quema de la tienda de mis padres. Las visitas a los compañeros de la fábrica heridos por los grises. La puerta quemada de mi casa. Aquel helicóptero parado frente a mi ventana.

Me veo con ocho años sentado en el sofá de casa ojeando los fascículos de la constitución que ilustró Forges, mirando aquellos artículos que iban a votar mis padres en referéndum. Por cierto, creo que ese año también pasé del colegio de curas al colegio público y dejé de creer en dios.

O aquel día en que apenas faltaban tres semanas para que cumpliese once años en el que se paró de nuevo el mundo. Cuando vino mi padre a buscarnos a mi hermano y a mí mientras buscaba nervioso en un cajón panfletos, cintas, aquella fotografía de Mao o el disco del PSP en el que hablaba Tierno Galván y sonaba La Internacional.

Con doce años descubrí que en el Baix Llobregat existía algo llamado “El cinturón rojo”, aquel que salió en octubre a brindar con cava, con sidra o con lo que fuese porque por fin: ¡España era socialista!

En esos días creía que el mundo era lo más parecido a una perfecta danza de números y operaciones matemáticas. Contaba los pasos a números pares y separaba mi realidad en planos paralelos. Los fines de semana devoraba COSMOS en la televisión y me emocioné el día en el que me compraron el libro.

Puedo verme con quince años, en plena edad del pavo, plantado frente al televisor para ver el momento justo en el que se firmaba el acta de la entrada de España en la Unión Europea, aquel minuto cero que iba a abrirnos el mundo. Todavía está por ahí el marco de aquel lienzo en el cual dibujé con bolígrafo un círculo rodeado de estrellas y una frase entre signos de admiración: ¡YA SOMOS EUROPEOS!

A mis dieciséis llegó el golpe de la OTAN. La primera cucharada de aceite de ricino que tuve que tragar. No lo entendía. Aquello no era de izquierdas.

Por fin, dieciocho años y mis primeras elecciones. Voté PSC para la Generalitat pero ganó CIU. Perdí, cierto, pero ese día supe que yo formaba parte de eso llamado democracia y que ya no había marcha atrás, que el mundo estaba ahí esperándome.

Hoy cuento los días y veo que han pasado veintitrés años desde esos dieciocho. En apenas treinta y tantos años, hemos sido capaces de reinventarlo todo. Hemos ido cogiendo aquello que creímos mejor de cada casa para crear un sistema digno de servicios públicos, sociales, universales y garantistas y hemos ampliado nuestros derechos para por fin convertirnos en auténticos ciudadanos.

Es posible que tengan que revisarse o matizarse términos como derecha e izquierda o liberalismo y socialdemocracia, pero lo que no cambia es que siguen existiendo dos visiones enfrentadas a la hora de ver el mundo: una que apuesta por la individualidad y por lo privado y la otra que cree en la colectividad y en lo público. No nos dejemos engañar porque aunque cambien las caras, los nombres o los colores, el germen sigue siendo el mismo.

Yo sé que se lo debo todo a la democracia y al pensamiento de izquierdas. A la primera por haberme dado la oportunidad de vivir en libertad y darme el poder de elección y participación y al segundo por haberme enseñado que la libertad del otro es mi libertad.

Hoy tengo cuarenta y un años y a pesar de todo sigo pensando lo mismo que pensaba ese veintinueve de mayo de mil novecientos ochenta y ocho: EL FUTURO NOS SIGUE MIRANDO DE FRENTE.

En serio, es sano recuperar la memoria y los orígenes de vez en cuando, es sencillo y funciona tan bien como el reseteo del ordenador.

Por cierto, quedan apenas nueve meses para las elecciones. Yo votaré, ¿lo harás tú?

3 comentarios:

  1. Desde el otro lado del Atlántico puedo identificarme con gran parte de tus reflexiones, tengo unos años más que vos, creo que hacen falta nuevas ideas, nuevas propuestas creativas, nuevos partidos políticos, nuevos políticos y por aquí escasean también. Nos queda mucho por aprender, se me hace que para madurar el ejercicio democrático necesita más tiempo, más años de ejercicio continuo. Yo votaré, hacerlo es muy valioso en lo personal y la única vez que hice impugnar mi voto para que sea inválido y no beneficie a ningún partido, regresé muy triste a mi casa. No hay buenas opciones pero votaré, las opciones socialistas de hoy son terribles pero tendré que elegir una.Derecha no. Besos
    Y no me lee el avatar..........oh Blogger!!! soy Cantares a ver si queda

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  2. Yo sí, auqnue a veces no entienda nada.

    Un abrazo

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  3. La cuestión en seguir creyendo en nuestras posiblidades de cambiar el mundo y sentirnos parte de él, intuir imaginar su movimiento, aunque a veces no cuadren las cosas o no se entienda absolutamente nada.
    Un beso para las dos.

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