Durante estos largos meses en los que las prisas del feroz mercado han dejado paso al sosiego, a veces aprovecho el espacio que queda para volver a casa después de la última visita de obra para pensar y hacer recuento. En uno de estos momentos ganados al tiempo, decidí subir a lo alto de la montaña para ver a lo lejos cómo se veían mis viviendas situadas en el pueblo. En la subida recordé a Oiza hablando de la representación isométrica de la arquitectura, del punto de vista y del distanciamiento: “Vete hasta el infinito y entonces entenderás la obra”, así que me armé de valor y una vez arriba me decidí a mirar... Subido en todo lo alto del monte, antes inaccesible y ahora destrozado por caminos de grava, aerogeneradores y un depósito inservible de agua, vi los resultados a lo lejos… Con rabia envidié la limpieza del muro de piedra y la pureza de la cal blanca.
Bajé de la montaña y en el coche de camino a casa pensé que era imposible la coherencia desde esa montaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario