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viernes, 29 de octubre de 2010

“¡Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar!”


El tiempo, sacó al ser humano del limbo y en su necesidad y aprovechando su capacidad creativa, ideó un concepto nuevo: la medida. Empezó a medir las cosas, a ordenarlas, a situarlas y a relacionarlas entre ellas y consigo mismo. Con su invento creó hitos, referencias, marcas y momentos, y a diferencia del resto de animales, no se limitó a obedecer a los cambios estacionales, a los impulsos hormonales o a sus instintos: decidió hacerse cargo de sí mismo, a no conformarse simplemente con sobrevivir, a ser su propio creador y hacer un mundo a su medida, imagen y semejanza.

Gracias al tiempo hemos comprendido que existe un principio y fin, que todo es efímero y que somos fruto en una época acotada en algún lugar de esa regla, en esa escala temporal que día a día nos despierta, nos alimenta, nos relaciona y nos acuesta.

Hemos ideado el tiempo a nuestra medida: siempre hay un anterior y un posterior, un antes y un después, un punto de partida, un: “aquí empieza todo”. Dividimos la existencia del ser humano en dos tramos: prehistoria e historia. A su vez la historia, tomando como ejemplo los países de tradición judeo-cristiana, en A.C. y D.C.. De igual manera la historia acota épocas y periodos históricos y dentro de esos periodos históricos aparecemos nosotros, luchando contra el tiempo: naciendo, viviendo e irremediablemente muriendo.

Hay momentos en los cuales se es consciente del tiempo y con ellos de su paso. Mirar el calendario, reencontrarse con viejos amigos, celebrar un nacimiento o asistir a la muerte de un ser querido o de alguien que influyó en tu vida. Hoy es uno de esos momentos. La muerte de Marcelino Camacho me ha hecho pensar y reflexionar sobre mi paso por el tiempo y en mi tiempo. Podría hablar de él como un hombre que marcó su época luchando por un mundo mejor, que dedicó su tiempo a la política, a la justicia y a la igualdad, pero eso ya lo dirán otros. Yo prefiero situarlo en este justo instante, ahora, en mi momento y en mi historia, hacer una muesca el día de hoy y creerme, gracias a él, mejor persona de lo que posiblemente soy.

El puente es una imagen recurrente y muy gráfica para referirse a la vida: un inicio, un trayecto que atraviesa una dificultad geográfica y un final. Un puente apoyado sobre pilares o sujeto por catenarias que determinan sus ojos, que delimitan sus tramos y que acaban conformando su trayecto, un camino construido a ciegas a medida que se avanza.

Quiero pensar que hoy, he anclado en la tierra un pilar más en el que apoyar mi puente, ese puente que algún día todos podrán ver menos yo.

3 comentarios:

  1. Buena prosa. Te felicito. Un abrazo.

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  2. Lindo texto, y muy lindo pensamiento. Te felicito. Me encanta la metáfora del puente. Un besote.

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  3. Gracias a los dos por los comentarios.

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