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lunes, 14 de junio de 2010

La importancia de llamarse Felipe


He visto pasar por mis narices promotores, empresas constructoras, autónomos que trabajaban a destajo y almacenes de materiales que no daban abasto. El nivel de progreso de los pueblos en los que trabajaba aumentaba a medida que estos se hundía más y más por el peso de las balaustradas, los aplacados de mármol y las rejas estilo neonosequé de las ventanas o por el tamaño de las lápidas en los cementerios que también era un buen indicador. Tramas urbanas rotas, alturas imposibles, palacios con gallineros en bancales de polvo, etc., todo un legado destrozado sin ningún tipo de pudor. Todavía recuerdo cómo una vez intenté convencer al alcalde de un pueblo de La Mancha que la trama urbana y el muro de cal, eran la historia, el patrimonio y la memoria de la población. No sirvió de nada porque al fin y al cabo la fórmula está muy clara:

más licencias = más ingresos = más riqueza.


Esta crisis es polifacética. No todo son datos económicos: inflacción, tipos de interés, euribor, IPC, etc. Cuando llegue la recuperación, qué haremos con la hipoteca urbana que dejamos en el territorio o con los miles de ciudadanos que apostaron por una mínima cualificación frente a una formación de calidad.

- ¿Para qué hace falta formación si gano lo que se quiero?
- ¿Por qué conformarme con el horizonte si puedo construir la montaña?
- ¿Por qué no coger la mano del banco si este me la ofrece?

El mercado tienen clara una cosa: siempre hará falta mano de obra poco cualificada para sostener un sistema económico insostenible. Por eso de vez en cuando nos da la mano, nos ayuda a subir y una ver arriba, nos deja caer. Ahí es cuando llega el lamento y la queja y cuando nos recuerdan que nunca los duros han estado a peseta.

Ahora saltan las alarmas y con la confusión del fuego aparecen extraños bomberos: ultraderechistas, populistas, euroescépticos, antieuropeistas, nacionalistas, racistas y un sinfín de viejos istas e ismos. Al final todo tiende a lo mismo, a mirarse el ombligo y caer y provocar la apatía más absoluta.

Y yo me pregunto: ¿Dónde está el Felipe que nos de un fuerte abrazo y nos diga que ahora es cuando más hace falta nuestra militancia por un mundo justo?

Cueste lo que cueste, hay que volver a coger las riendas del presente para construir el futuro.

1 comentario:

  1. El presente es una apuesta por el futuro y el pasado será mañana nuestra razón de ser. Sólo entendiéndolo así seremos capaces de salir de esto.

    Saludos

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